domingo, 17 de febrero de 2013

Jaimito y su trabajo


Jaimito y su trabajo



Esta es la historia de cualquier estudiante al que le mandan un denso y laborioso trabajo, pero con la supuesta ventaja de tener que entregarlo a largo plazo. Utilicemos a Jaimito, un chaval de unos 16 años, como modelo a la hora de actuar ante esta situación.

Nada más recibir la noticia, nuestro personaje dice: “Buah, quedan 3 meses para entregar la tarea. De momento, ni me lo voy a plantear”. Aparentemente, esto no tiene nada de malo, ya que, con todo el tiempo que tiene por delante, no es necesario que lo haga tan pronto, ¿no?

Pasan los 2 primeros meses y llega el tercero y definitivo. Es entonces cuando Jaimito se acuerda de aquel trabajo tan cansino que tenía que hacer. Se dice para sí: “Bueno venga, hoy lo empiezo”. Sin embargo, cuando llegue a casa, se pone a ver la tele, a merendar, con el móvil... Cualquier cosa, hasta jugar con el perro y su pelota de tenis, es más interesante que empezar el tedioso trabajo.

Al llegar el día siguiente, un sentimiento de culpa comienza a corroerle por dentro: “Hoy sí que sí. Tengo que ponerme con el trabajo por narices (o alguna otra expresión más contundente)”. Sin embargo, ¿qué le pasa al pobre Jaimito cuando vuelve a su casa después de un día de colegio agotador? Sencillamente, no hay ganas. Además, tiene todo el mes para terminarlo. Realmente, no hay prisa.

Con esta cantinela, nuestro protagonista sigue sin hacer el trabajo hasta que llega el final del mes y se le mezcla con unos exámenes de temario amplio. El final de esta historia es demasiado predecible: o bien optará por no hacer el trabajo, o bien hará el trabajo pero no estudiará nada y, por tanto, suspenderá.

Es una situación tan típica, que me atrevería a decir que se produce en todas las clases de todos los colegios. Por ello, es  motivo más que suficiente para que nos planteemos la siguiente pregunta: ¿qué habría pasado si Jaimito, en vez de dejarlo todo para el final, hubiese realizado el trabajo poco a poco y desde el primer día, teniendo mucho más tiempo para corregir los fallos que cometiese?


Es muy probable que, al hacerla con tiempo suficiente y sin prisas, la tarea fuese mil veces mejor que la que realmente haría mal y a última hora. Es hora de aplicarse el cuento.

Por la calle del "después" se llega a la plaza de "nunca".     Luis Coloma

Jorge G.

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